martes, 3 de marzo de 2015

El sueño de anoche

Habían sido muy pocas veces, las que había soñado con este hombre, que se escondía a los pies de mi cama, más bien una sombra, de aspecto humanoide que, aunque, nunca lo había visto de frente, por algún hecho misterioso, sabía la forma que tenía. Eran pesadillas, de esas donde uno se despierta sobresaltado y agitado, desesperado y perdido entre la oscuridad de la habitación, para encender la luz y averiguar que no hay nadie acechándote desde las esquinas.
Esta imagen ilustra perfectamente la sensación
de que alguien me observaba.

Una semana experimentando estos sueños borrosos y confusos no me parecían tan anormales de acuerdo a la ansiedad que experimentaba por esa época; eso, hasta cuando me di cuenta que estos "sueños" en realidad no eran sueños y que, realmente ocurrían en la vida real, pude corroborarlo en pleno estado de vigilia, el hombre, la sombra oculta entre las paredes de la habitación, existía, y pude verlo y sentirlo apuñalándome con su mirada que, de alguna forma inexplicable, me sofocaba bajo las sábanas.

Recuerdo claramente el primer episodio de esta experiencia. Pausadamente, me desperté en medio de la noche, sin causa alguna, y lo primero que noté fue mi cuerpo completamente rígido, inmóvil, era como si alguien me hubiera sedado con algún tipo de droga. Alguien yacía arrodillado al final de la cama, podía sentirlo, y sentía también, que esta entidad me observaba hace ya un buen rato. El aire estaba impregnado a pesadez, era como un ambiente negativo y denso, se sentía un peligro inminente, y estaban estos ojos que me miraban fijamente, todo esto no podía corroborarlo, pero si podía sentirlo claramente.

Fue entonces cuando levemente intenté moverme de nuevo, mi cuerpo, como en rigor mortis, no respondía a mis peticiones, estaba caliente y la sudoración fría. Mi desesperación incrementaba, al percibir desde alguna parte, que este hombre o mujer o ente se acomodaba para atacar.

Unas manos gigantes de uñas largas comenzaron a escalar por mi cuerpo, mi cuerpo totalmente inerte, muerto, a tal punto que la sangre se enfrió erizando mi piel. Mi lengua dormida no podía pedir auxilio. Había perdido la movilidad de todo mi cuerpo, e incluso tenía una sensación de frío en el pecho, era como si un ventilador me entumeciera por debajo del colchón.

El aire maligno se filtraba en mis pulmones, mientras esta figura de extremidades desproporcionadas escalaba ya llegando a mi espalda, pude sentir perfectamente como la cama se hundía producto de su peso y de como sus uñas rasgaban el cubrecamas. Yo sabía que este hombre no quería matarme, había algo perverso, y lo percibía, era como si sus intenciones volaran en el aire y de alguna manera yo recibía esa información, esta entidad quería llevarse mi espíritu a otro lugar o quizá poseer mi cuerpo.

La Pesadilla (The Nightmare) del pintor suizo Johann Heinrich.